#3 El talento tarda 10 mil horas
Querido compañero,
¿Alguna vez pensaste que simplemente no tienes talento suficiente? Yo sí. Y más de una vez.
Te voy a contar una historia. No es sobre odontología, pero podría ser sobre cualquiera de nosotros. Hace años, cuando aún jugaba al baloncesto, conocí a un chico llamado Claudio. Era alto, tímido, y venía de una familia muy humilde. Soñaba con jugar en el equipo local, pero tenía un problema: no sabía ni botar el balón. Literalmente. Cada entrenamiento era una escena de torpeza. Perdía el control, se caía, se frustraba. Y, por supuesto, los demás se reían.
Aun así, no se rendía. Se quedaba después de los entrenamientos, una y otra vez, practicando los fundamentos más básicos: botar, saltar, tirar. Mientras el resto se iba a casa, él seguía en la cancha, repitiendo los mismos movimientos hasta que el sol caía. No era talento. Era esfuerzo.
Pasaron los años. Un día, ya con dieciocho, lo vi jugar en el equipo titular. No era el más rápido ni el más vistoso, pero había algo distinto en él. Control, calma, confianza. Esa noche anotó el tiro que llevó al equipo a ganar el campeonato provincial.
Tiempo después supe que lo habían convocado para la selección nacional. Y me acordé del chico que no sabía botar un balón. Fue entonces cuando entendí algo que nunca olvidé: la gente llama talento a lo que no vio entrenarse.
Por eso, cuando un paciente dice “Dr. Bruno usted es un artista”, lo que veo no es talento. Porque nunca fui de esos niños a quienes se les daba bien dibujar o esculpir dientes cuando entré en Odontología. Al revés, se me daba regular. Lo que veo es trabajo y horas de esfuerzo, mi propia versión de esas 10.000 horas.
Querido compañero, te lo digo con el corazón en la mano: el talento no es un don, es una deuda de trabajo acumulado.
Este principio fue estudiado por el psicólogo Anders Ericsson y popularizado por Malcolm Gladwell en su libro Outliers – Fueras de Série (una lectura muy recomendable). Ambos demostraron que la clave del alto rendimiento no está en el “don natural”, sino en la práctica deliberada, constante y orientada a la mejora.
Y, en promedio, se necesitan 10.000 horas para alcanzar la maestría en cualquier disciplina compleja.
¿Sabes lo que eso significa? Que si hoy sientes que no eres tan bueno como otros, es muy posible que simplemente aún no hayas llegado a tus 10.000 horas. Eso no te hace menos válido, te hace principiante. Y no hay nada más digno que un principiante que sigue adelante.
No te frustres si alguien a tu lado parece tener “más mano”, “más visión” o “más don”.
Lo que ves hoy es la punta del iceberg. Lo que no ves son las horas extra, las frustraciones, las correcciones, las veces que pensó en rendirse.
Claudio no tenía talento, tenía determinación. Y esa es, quizá, la forma más poderosa de talento que existe: seguir, incluso cuando nadie cree que vas a lograrlo.
Tú estás en el camino, sigue entrenando. Tus 10.000 horas valdrán la pena.
Con respeto y confianza,
Bruno

